Dicen que es bueno tener un amigo en cualquier parte, aunque sea en el infierno. Y dicen también que el mundo es un pañuelo. Y debe ser verdad. Verán ustedes, no conozco a nadie en Cuba. Bueno, eso creía yo.
Vuelven unos amigos de la isla y me dicen que han conocido a un amigo mío. Y yo me quedo así como traspuesto, diciendo no puede ser, y no termino la frase porque entonces recuerdo que sí, que conozco en la isla a una persona. Y les digo así, con más cara de pánfilo que de costumbre: ¿Habéis visto a Yoss?
Y a Yoss vieron. Qué cosas. La única persona o así que debo conocer en Cuba, y a quien yo creía en Italia, con sus ropas de Rambo y sus tatús y su labia incontenible y su sabiduría, y van mis amigos y se lo encuentran, y se ponen a charlar de conocidos (o sea, de mí mismo).
Qué cosas pasan. Ya les hablé de Yoss y de Vladimir en otro post, cuando los conocí a ambos en la Semana Negra del año pasado. Pero por mis niños, que no me esperaba que fuera a acabar conociendo, en su isla, a mis amigos.
Que el mundo es un pañuelo, sí señor. Talmente como los que Yoss (un saludo, hermano) lleva en la cabeza.
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