Y curiosamente es, en teoría, el principio del Carnaval. Pero es que en Cádiz somos ansí, que decía el poeta. Si se dan ustedes una vueltecita por los muchos (demasiados) supermercados que en la ciudad tenemos, verán ingentes masas de personal humanoide comprando como si mañana nos fuera a invadir Guinea Conacri: cerveza, tinto, ron, cocacolas variadas, sprites y sevenups y demás burbujitas blancas que saben a gallina, whiskises diversos, papas fritas, chocolatinas, cacahuetes, frutos secos y supongo que comida de verdad. Y no quiero ni imaginar de qué otras cosas se estará aprovisionando el personal. Las cajeras, las pobres, acabarán con el dedito magullado de tanto darle a la tecla. Y eso, hoy. Mañana será otro día temible.
La causa, lo saben ustedes, la Gran Final del concurso de agrupaciones carnavalescas que se celebra a partir de las diez de la noche en el Teatro (perdón, Gran Teatro) Falla. Una de esas cosas que se sabe cuándo empiezan pero nunca cuándo acaban, porque a pesar de que llevan años y más años celebrándose, por cosa de la televisión, los anuncios, las pausas publicitarias (lo siento, Txiki) acaba siendo más largo que un día sin pan. Hasta las siete o las ocho de la mañana, la retransmisión más larga que se recuerda: ni un partido de tenis dura tanto. Lo siento, de verdad, por Emilito Aragón que hoy se juega el tipo con el trasvase de día de su serie, y por Chicho Ibáñez Serrador, que me temo que está viendo cómo se le viene abajo el invento culturalista (risas de fondo aquí, enlatadas, porfa) del Un dos tres de marras: pero todita Andalucía (eso nos dicen) estará conectada al Canal Sur viendo una final que lo mismo ni les va ni les viene, pero les entretiene la velada.
Luego, en Cádiz, habrá mogollón de gente grabándola. Unos, porque son unos fatigas de esto de tenerlo todo archivado por años. Otros, porque se quedarán dormidos a la segunda o tercera comparsas. Tengo la sospecha de que inventaron el sistema de grabación en LP para que pudiera caber entera la retransmisión del Falla, oigan.
En casa, ya lo saben ustedes, tenemos raclé de quesos variados y, espero, un montón de horas de charla. Nos callaremos a escuchar las chirigotas, nos mandaremos silenciarnos mil veces porque alguien hará un comentario justo en el remate del cuplé, y seguiremos comiendo cuando lleguen las comparsas. Como los perros de presa, levantaremos una oreja según qué coro cante y cómo se les entienda (la gran asignatura pendiente de la retransmisión televisiva, que no se pilla una a los coristas, que se pierde el juego de voces y la demagogia implícita). Luego, nos iremos quedando amodorraos en el sofá y poco a poco los amigos se irán de casa. Mañana, cuando me despierte, pasaré la cinta directamente hasta el final y me enteraré de quiénes ganan. Y ya está.
Está lloviendo y hace un frío molesto. Hace varios años, me parece, que no teníamos un carnaval pasado por agua. Eso no va a impedir que mañana el personal salga a la calle, pero deslucirá bastante la fiesta: no hay nada más feo que una calle llena de papelillos mojados y de restos de disfraces en los pocillos. Pero qué se le va a hacer. Menos mal que aquí somos listos y nuestro Carnaval dura hasta el domingo que viene... y para los más jartibles tenemos el Carnaval Chiquito dentro de otras dos semanas.
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