AGRESTE FIDELIS
Una otra cosa que a Torre sí le gustaba, pero que por culpa de los tiempos y las modas y las imitaciones sevillanistas (suponía) se estaba yendo al garete eran los belenes, quizás porque tenía un vecino allá en los Chinchorros que desmontaba literalmente el salón de la casa para crear la reproducción del pueblecito, con su río de agua corriente, sus montañas nevadas y sus romanos con lanza que pinchaba y todo, y unas figuras monísimas de barro que cualquiera sabía dónde estarían ahora, porque el hombre se murió y la familia se dio prisa en dejar de desmontar el salón un mes al año y seguro que les dieron una pasta gansa por el misterio, los reyes, los camellos, los pastores y el tío que estaba cagando, que era la pieza que a Torre le hacía más gracia, pero en aquella época en que su vecino Pablo estaba vivo (y parecía que lo estaba viendo, el diente de oro, los ojos azulísimos, el pelo encanecido antes de tiempo y la sonrisa brillante, como de actor de Hollywood, pero en pobre) Torre sí llegó a disfrutar de lo que es montar un belén, en el buen sentido de la palabra, y hasta le echaba una mano a Pablo con el montaje de las tuberías para que corriera el agua del río y la instalación eléctrica para que hubiera noche y hubiera día y, cuando se apagara todo, se encendieran las hogueras de los pastores y asomara la luna. Poco le importaba a Torre que Pepito Fiestas, una vez que lo acompañó a ver el resultado final, le dijera que en Belén ni había río ni había nieve ni había montañas, que estaba en medio del desierto, y en llano, y que como eran judíos no podía haber piaras de cerdos, ni palmeras en las esquinas de todas las casas: a él le gustaba el trabajo paciente de aquel hombre y sentía, gracias a él, el regusto de unas navidades infantiles que no podía recordar y de las que se apropiaba un poquito y de esa ilusión se iba apañando. Ahora, como Pablo ya no hacía nacimientos, a Torre le daba por darse sus vueltecitas por las asociaciones de belenistas, sabiendo que nunca le iba a tocar el aparato de música que sorteaban, y si alguna vez le caía en suerte, seguro que estaría pasado de moda y sin garantía que reclamar, pero era cada vez más difícil encontrar un belén en condiciones, que ahora se llevaban los dioramas, o sea, en cajoncito chico escenas sueltas, muy bonitas pero muy incómodas de ver, como un tebeo pero con fondo y relieve, detrás de un cristal todas las escenas para que nadie alargara la mano y mangara las figuras, que algunas seguro que valían un dineral, aunque no tanto como aquellas piezas grandes y talladas que tenía Pablo Vela en los Chinchorros allá por 1974.

Lo que no le gustaba nada, pero que nada, era la moda de hacía unos años, cualquiera sabía de dónde había salido esa manía, de colocar en primer plano del belén el castillo, o la muralla, o un trozo de monte, o lo que fuera, y allá al fondo, en chiquitito chiquitito, el misterio, que ni se veía ni na, que te asomabas y lo que veías eran piedras y lianas y no figuras, cuando antes era justo al revés: una explanada enorme, con río o sin río, con nieve o con montañas, pero un plano general de todo lo que había que ver, el misterio en un ladito, los pastores al otro, el palacio de Herodes en lo alto, al fondo, y caminito desde oriente los tres magos en camello, siguiendo una estrella que, de un tiempo a esta parte, todo el mundo se olvidaba de colocar, o con tanta piedra por delante es que ni se notaba que allí estaba. Decía el Serrat en una canción que le gustaba mucho a Patricia Plastilina que hoy las manzanas no huelen, y debía ser verdad (Torre no recordaba si antes olían a algo especial o sólo estaban frías, como ahora), y tres cuartos de lo mismo pasaba con los nacimientos, que ya habían perdido, por culpa de los cuatro pamplinas de siempre, todo aquel arte paciente que cultivaba la unión en las casas. Y ojo que a Torre le gustaban los árboles de Navidad también, con sus lucecitas y sus regalitos colgando, y hasta tenía puesto uno pequeñito que le regaló el chino de los veinte duros encima de la tele, de esos que vienen compraos hechos y solo hay que enchufarlos, aunque sonara la música clin-clin-clín clin-clin-clán que era un latazo y, según le parecía en ocasiones, entre los manojos de agujas de pino asomaran unos ojos mientras que el árbol mismo se meneaba, o seguro que eran figuraciones suyas.


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Comentarios

1
De: RM Fecha: 2005-12-30 17:29

Un fragmento cortito de la segunda e inédita novela de Torre, aprovechando que ayer mismo fui yo también a ver Belenes (que no me gustan, como a él). Recupero en este mini-relato el título que barajé para la novela durante algún tiempo.

Ayer comprobé que, menos mal, ahora la moda es volver a poner el portal en el centro, bien clarito, donde se vea, y no todo detrás de una columna o una piedra.



2
De: John Space Fecha: 2005-12-30 18:05

Pst, RM:

http://www.elpais.es/articulo/elppordep/20051230elpepudep_2/Tes

Otro para vender en eBay dentro de unos años :P



3
De: RM Fecha: 2005-12-30 21:42

Cielos.



4
De: Felipe Fecha: 2006-01-02 13:26

¿para cuando el cómic sobre RM? :)



5
De: yosselin Fecha: 2006-12-08 19:08

hola queria besirles que todo esta muy lindo y ese pecebra esta lindo chao



6
De: encarnación Perez Velasco Fecha: 2006-12-11 10:53

Te deseo unas muy felices fiestas de Navidad y un Venturoso Año Nuevo 2007



7
De: etel ramella Fecha: 2006-12-21 00:42

Entré aquí por google imagenes porque estaba buscando un belén para imprimir y tener alguno en casa . Cuando leí la historia me pareció muy entrañable. Es cierto que los "pesebres"como les decimos en Árgentina, fueron desapareciendo, ganados por el gordinflón zonzo y cocacolero.
Te felicito.



8
De: luz Fecha: 2010-12-18 13:52

esta bonito