Hoy debo tener el día tonto.
He empezado a escribir un cuentecito para colgarlo aquí (se me ha ocurrido esta mañana, en clase, escuchando el trabajo de unos alumnos), pero lo he dejado a la quinta o sexta línea, porque ésa no era la música. Seguiremos el consejo de la hija del señor O´Hara.
He intentado seguir traduciendo el libro que tengo ahí delante, plantado en la página 280, pero me temo que hoy no va a poder ser. La rebelión puede esperar a Cenicienta.
Empiezo a sospechar que voy a quedarme afónico de aquí a pasado mañana.
Estoy escuchando a Nino Rota. La banda sonora de El Padrino, entre otras piezas. Y de pronto, no sé por qué (y mira que tengo escuchado este tema), he notado por un momento que los ojos se me cargaban, y entre los acordes de la música he encontrado Sicilia, y he vuelto a comprender lo que la película añoraba, lo que Mario Puzo, y Francis Ford Coppola, y Michael Corleone sentían bajo aquel sol de justicia, en aquel pueblecito en cuesta, tan lleno de ancianas y de polvo.
Añoranza del tiempo pasado, del amor inocente condenado a perderse, de la vida sencilla que hemos vuelto tan complicada que ya no es vida.
El embriagador perfume de Apollonia.
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