Quién dijo mieo, ahora o nunca. O se sale o no se sale, joé. Con los que haiga. Y cuarquiera le desía que no, al Juancarlo, que parecía que le habían robao el número premiao del Gordo de Navidá, como a la chavalita aquella.
Y allí aparecieron vestíos de detestive, con las gabardinas viejas, y las botellas de Fino Quinta en los bolsillos, y una pistola de misto, y las placas de sheriff porque no habían encontrao placa de pulisía, que las habían comprao por lo visto to las tontis pa disfrasarse no en el carnavá, sino en eso que se había puesto de moda, las despedidas de soltera. Como pa fiarse de una futura parienta que la noche ante de la noche de boda se dedica a jugüá con pistolitas y esposas, qué canguelo.
Lo raro no fue que parecía que cada uno iba de aquella manera, que a fin de cuenta los detestives de la tele no van tos iguales como los dependientes encorbataos del cortinglé, sino que apareció una parejita de Los Remedio, pero vestíos de negros batusi, y una nota rubita que era alemana y que estaba aquí estudiando pa la beca Orgasmus, y unos cuantos notas más que nunca habían aparesío por los ensayos, pero eran cuñaos de Joselito el Macoca, o compañeros de la mili de Jesulín el revirao. Y por lo visto se les había ocurrío venir a Cadi a pasá el carnavá y en vez de venir de paganini, tos querían venir de protagonistas. O sea, a cantar por las calles con la chirigota, y lo mismo hasta el año que viene se animaban para ir al Falla: totá, si hoy en el Falla canta cuarquiera.
Lo que ni el Juancarlo ni Torre ni Jeromo el Darth Veide ni la Angelita ni el Bizco ni la puta mare que parió al levante había tenido en cuenta es que era sábado, y que el sábado de carnavá en Cadi será cualquier cosa, menos carnavá. No vea, como estaba to de gente. De gente disfrazaos de piratas, que venían del pregón de Martine Are, y de gente disfrazá de mamarracho gaditano, que es el disfraz por antoniomasia del carnavá gaditano, y de gente muy finolis que hablaba con ese y terminaba en ado los cupleses que se habían aprendío mal de la retransmisión del Canal Sur, y de niñatas borrachas vestías de gato, o de monjas preñás, o de animadoras americanas.
O sea, que la gente iba a su avío, y nadie, pero arsolutamente nadie, se paraba a escuchá. Al revé, Manué. Desía el Juancarlo, asquí nos paramo. Y la chirigota tomaba posiciones en una esquina, empezaba a tocá el bombo y la caja, tatara tachín tachín tachín, y la gente a su bola, empujando pacá, empujando pallá, metiendo rabo, fumando de tó, oé oé oé oé, papato pachín, maricooooon el que no baileeee.
Asquí no se podía cantá, Juancarlo, joé. A buscá otro sitio. En la puerta del cine Munisipá, que ya ni era cine ni era ná. Y lo mismo: que si la tartana vendiendo bocadillos como le salía del coño a la del megáfono, los indios tabajaras con las flautas y los amplificadores, la gente venga a empujá, un cura, un fraile, carnavá carnavá, carnavá febreroooo. Po aquí tampoco.
Y cantá cantaron poco en to la noche, esa es la verdá. Beber sí, se lo bebieron tó, que esa era la mejor manera de hasé tipo de detestive tajarina. Vaya forma de pagá la novatá, Juancarlo, picha. Ya mestrañaba a mí que nunca saliera nadie a cantá por la calle el sábado de carnavá: las agrupasione de verdá, porque estaban haciendo patria en Sevilla, y las ilegales, porque ya sabían que el sábado nadie te hase ni puñetero caso.
Una cosa güena sí que tuvo el quinario que pasaron hasta que por fin el Juancarlo dio la orden de retirada hasta mañana: se notó poco que no se sabían las copla, oiga, las copla.
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Categorías: Historias de Torre