Cagonlaleche que mamó er demonio, qué malo, pero qué malo es un marte de resaca. Güeno, lo mismo de malo que un lune o que un jueve. Pero despué de tres días de jopeo, vámono que no vamo, encharpelando cupleses y coreando estribillo, allí ni el Juancarlo era Juancarlo, ni Torre era Torre, ni nadie era nadie.
La verdá, cuando el Juancarlo la llevaba, la llevaba, pa que vamo a desí lo contrario. Después del fracaso estrepitoso del sábado, el domingo Los detestive privado triunfaron. O por lo menos triunfaron dos o tres de ellos, que la alemana de la beca Orgasmus no se sabía ni una copla, y desafinaba, pero bebía como si fuera polaca y no de Berlín y tenía una habilidá espesiá pa perderse en las casapuertas y no para hacer pipí precisamente. La mujé de Antoñito el Meloso hasta se mosqueó y to, porque el marío tenía tol cuello lleno de carmín, pero hubo que disirle que era cosa del disfrá. Como la de la beca Orgasmus estaba en ese momento en otra casapuerta hasiendo otra vez pipí, esta ve con Miguelín el de la Tinaja, se salvó por los pelos. La coartada, que también le venía al tipo de detestive.
El domingo consiguieron darle el esquinaso a los dos de Los Remedio que se les habían apalancao vestídos de batusi, pero ninguno quiso dejar colgá a la alemana. Unos caballeros, los detestive. Con to las mangas de las gabardinas llenas de chuletas con las letras, y en las guitarras, y hasta en el bombo y en la caja, le volvieron a echar cara al asunto y allá que se fueron a buscá sititos pa cantá. Tuvieron más suerte, la gente los rodeaba, les reía las grasias como si les hubiera escrito las letras el Yuyo o el Antoñito Rivas, que era el tío una fotocopia que no paraba, y lo más raro de to: hasta tuvieron fans que los seguían como si fueran de romería.
También manda cojone, con la de gente que hay en Cadi en carnavá pululando calle arriba y calle abajo, q ue a ellos les hubiera pillao un autocar del inserso con diez o doce viejecillas a las que les habían hecho grasia. Y ala, allí que las tuvieron, siguiéndolos como si fueran toas unos guayabos y ellos los jugüadores del Real Madrín o los triunfitos de de la tele.
Las viejas se aprendieron las letras en un dos por tres, les pedían que cantaran el cuplé del por qué no te callas, y el pasodoble de Paquirrín, que paresía que se habían convertido ellas mismas en directoras de la agrupación. Y lo peor de to, que nos dejaban ni escaquearse un momentito pa ir a mear, con la alemana o sin la alemana, ni comerse tranquilitos los bocatas de tortilla y los filetitos empanaos, porque venga a pedirles que ahora el cuplé del vecino divorsiao, y ahora el otro cuplé de los muebles de Ikea, cómo te quea. Como pa colmo el que tocaba la caja no paraba de redoblá el puñetero tambor hasta cuando estaban paraos intentando reponer fuerzas, allí no tuvieron tiempo ni pa descansá la mitad de las veces, porque enseguida los rodeaba más gente. Al Bizco Durán le dio un soponcio y to, que se en engollipó con la papa gorda de una tortilla y tuvo que venir la alemana a darle dos golpetaso en la espalda pa que las escupiera. Luego, eso sí, lo acompañó a que hiciera pipí, pa que se le pasara del to el susto.
Se lo pasaron bien, pero la edad y el vino pitracoso no perdonan, Juancarlo, picha. Lo peor, que por culpa de las viejas cuando los sacaron en un reportaje de La Vo de Cadi, se equivaron de nombre, y creyeron que eran Los guardaspaldas de las chicas de oro.
Con tipex, el Juancarlo borró la errata antes de enmarcar la foto y ponerla ensima de la tele de plasma. Y eso que él no salía, que cuando se la sacaron estaba hasiendo pipí con la alemana.
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Categorías: Historias de Torre