Supongo que ya lo hemos visto todos, ¿no? El trailer de la nueva película del viejo Indiana Jones. La primera muestra, en un abrir y cerrar de ojos, de lo que nos van a enseñar dentro de unos cuantos meses.
Qué inteligentes son estos tipos, por Dios. Como pura golosina, como cebo para peces de colores, cuánta sabiduría cinematográfica y comercial hay en ese minuto y pico de escenas atropelladas que, sin contarnos nada, nos cuentan lo que ellos quieren contarnos, para dejarnos con ganas de más, como hacen siempre con estas películas.
Un montaje hermoso, casi pausado y poético de las tres películas anteriores nos empuja directamente a la nueva historia, una bandera, un desierto, un sombrero caído y un héroe envejecido acompañado ahora por un sidekick de aspecto rudo que lo mismo puede ser el equivalente a Sallah que a Satipo.
Y entonces empiezan los datos informativos con cuentagotas: un jeep del ejército americano y soldados que maltratan a Jones, un puñado de rusos apuntando, una bella rusa con peluca de Valentina, un joven motero, una persecución endiablada y cruelmente divertida sobre las cajas de un almacén que nos resulta sospechosamente familiar. Explosiones, el elemento arqueológico que insinúa una civilización perdida, con unos nativos y una arquitectura que remiten, me parece, a Apocalypto y a aquel viejo proyecto que se convertiría en comic y videojuego: Indiana Jones y las llaves de Atlantis. Cataratas, persecuciones, bazookas, una Marion a quien apenas se ve al volante o corriendo.
Una acusación por parte de quien sabemos que es su hijo: "¿Eres... maestro?". Y esa respuesta cuando ya redescubrimos al héroe solar, el viejo compañero de sueños: "A tiempo parcial".
Guau. Si a eso le sumanos las columnas que se desploman, los templos que se cierran, las escaleras que bajan, sólo puede rematarse este visto-y-no-visto con un dato importantísimo que, de refilón, nos muestra una de las cajas metálica y magnética con un texto: ROSWELL, Nuevo México.
Y, en los carteles, ya hemos visto que la calavera de cristal no es humana, sino de puro eté.
Ford sigue llenando bien el papel de su vida, el joven Shia LaBeouf le imita a la perfección los gestos y lo divertido, por más que especulemos, es que la historia seguirá otros derroteros que todavía no podemos ni imaginarnos.
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